sábado, 10 de agosto de 2013

Wade in the water

Poca iluminación, luces clandestinas, poemas afilados, genial -pensó-. Ahora, jazz. Sus zapatillas llenas de lodo se movían con un ritmo refinado, como de hace cinco décadas, mientras ella daba vueltas como una fiera arcangélica, se fundía con los saxofones y pensaba en cómo se saldría de esta, pues había entrado, forcejeando la puerta, a su discoteca lésbica preferida, Audrey's Utopia. Se pasó los dedos por el cabello y escondió un mechón pardo tras sus pequeñas orejas; ya habría tiempo para las soluciones. Mientras tanto, Carpe Diem -suspiró. Sacó una caja de cigarrillos con sus manos de gacela y se puso a fumar dando vueltas. Así pasaron las horas hasta que, a las dos con treinta de la madrugada, se apagó repentinamente la música. 

-¡Ay!- gritó, con voz de jovencilla aristocrática. 
-Oh, Tea, eres una anacronía.- dijo un hombre, echando humo por la boca.
-Tom, casi haces que escupa el alma ¿Por qué cortaste tan cruelmente a Marlena Shaw? 
-Contigo solo bailo The Smiths, y lo sabes.-dijo, mientras se acercaba a ella y la tomaba de la cintura.

Tea subió la mano izquierda hacia su cuello, como si fuera a hacerse una cola, y comenzó a moverse con la mirada hundida en el suelo, al compás de la música. Se mordió los labios, arqueó una ceja, tocó sus pechos y se dejó llevar por la mano de Tom, quien repetía el estribillo como si se tratara de una severa logoclonia. Se apagaron las luces, se prendieron otras. 

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