viernes, 30 de agosto de 2013

De confusiones

Cada vez que las letras -debido al movimiento espásmico de mis dedos o el traqueteo de omnibuses rojos- se mezclan con sus congéneres alfabéticos y confunden mis ojos, puedo asegurar que distingo una palabra muy hermosa e importante en la cúspide del telurismo. «Francouer», leí ayer, mientras zarandeaba mi ejemplar de Los pequeños burgueses; «mapamundi», vislumbré, en vez de «muerde»; «fóllame» en lugar de «ámame», allí, en medio de Psicosis. Y así en una estantería aparentemente llena de libros impregnados con psicofármacos y belerofontes la confusión me salpica la lengua y me sabe a miel con sonrisas.

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