miércoles, 28 de agosto de 2013

Allí abajo

Sostiéndose, agonizando cual péndulo,
tal vez esperando ansiosamente el lujo
de la muerte, la comedia y la desesperación,
las supresiones de las canas, densidad de miembros;
envuelto en sabores, preguntándose por qué
por qué se olvidaron de sus cerezas y sus padres,
por qué la aspiración contenida, el genocidio
difuminándose en el interior, allí donde Dios
nos mira y se burla de nosotros, de los planes
en que se cagará acompañado de
una risa frenética y un poco atarantada;
impregnándose en tus latidos,
entre las cejas fruncidas, los botones pequeños;
con un círculo que le atraviesa felinamente los peldaños,
descosido, deseando amar antibióticos pero verse
triste e imposibilitado por su condición
de asesino sin remedio, de suicida continuo;
el cáncer, algún día pareja de este engendro,
apátridos ambos se incineran
poco a poco, poco,
entonces la última caliente pitada y la colisión
contra los bordes de la mente
y la silla, caen, deseosos pero muertos,
pierden en la descendencia,
«hay tantos como yo», caen,
es nada, no es, pierden,
el tabaco, pierde
en nosotros,
le sobrevivimos.

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