domingo, 29 de septiembre de 2013

Homeopatía

Claudicando la homeopatía
por la contraproducencia
de echarle abrazos al más jocoso
y egocéntrico fresno
o exhortarle sarcasmos y escalones
al Wrocail famélico.

Veintinueve de setiembre, una Samotracia inundada

Hoy es mi cumpleaños. Son las diez con cuarenta y dos de la mañana. Cumplo diecisiete. Estoy sentado aquí desde hace dos horas y me trueno incesablemente los huesillos de los dedos. Abro cierta pútrida red social. Un par de personas me han felicitado con monosílabos o pequeñas e indescifrables siglas. Saco un cigarrillo sin importarme que mis padres estén peleados y durmiendo en el piso de arriba. Lo enciendo con un fósforo, por primera vez. Le doy una calada, y otra, y otra. Enciendo el reproductor. Suena Disorder e Ian Curtis mueve frenéticamente sus derechas en mi mente. La canción se cambia de forma aleatoria a Happy Hippie Birthday. Calada. Irónicamente sonrío, qué de hippie tiene esto, y qué de cumpleaños. Bueno, no me quejo de lo último. Cambio la canción, como era de esperarse. Alzo el volumen. Espero que mis padres no despierten con eso. Se acaba el cigarrillo, el filtro sabe amargo. Radiación selenita me confunde un poco más. Mis lentes están empañados, me dormí con ellos. Escucho pasos. Se abre la puerta. Sacudo las manos a fin de disipar un poco el olor a tabaco que inunda este cuarto que no tiene más que muchos libros, un celular que espera a Francovsky, una computadora, un sillón en que nadie nunca se ha sentado y los juguetes que aún conservo desde niño. Bajan cansinamente mis padres. Él llora. Ella luce molesta. Mi abuelo ha muerto, dicen, no sobrevivió a la operación en la que iban a trasladarle el ano al estómago. Eso amerita otro cigarrillo, pero no. Ambos lloran. Mi perra feliz salta, no sabe nada, afortunada. Me abrazan. Lo siento, me dicen. Que la pase bonito, que se arreglará. Irónicamente sonrío otra vez. Hoy es mi cumpleaños. Son las once con veinte de la mañana. Cumplo diecisiete. Sigo esperando a Francovsky y sus besos invertidos.

Escénica Lima

Escénica Lima
que gusta derrochar personas
de hacer malabares
con niños y rosas
con libros y guantes
escénica Lima
fanática azarosa
de Sade y Bataille
acaparadora de difuntos
egoísta sin trastos
con un fortísimo amarillo
al mediodía
que oculta los vientos pútridos
de los conos y las esquinas.

lunes, 23 de septiembre de 2013

Let me

Hey little darling
let me tell you
it smells like forever.

Oniria

Sé que subiré los diecisiete escalones
rehuiré la madera pútrida de mi puerta
alzaré los pies para no cortármelos
contra el escarpado suelo de cemento
me quitaré los zapatos con mierda de ave
sestearé unos momentos sobre la sábana
estampada con decepciones y gatos
soñaré algún mundo reducido a simplemente
nuestra triste existencia en triadas
con nortes y sures invertidos
viviendo la megafauna carnívora
en ecosistemas de pulmones dañados
y entonces despertaré con la frente
bañada en sudor y quisieraqueseaverdad
todo aquello que sobrevuela, todo.

Quienes

Quienes escuchan jazz mientras sus asimétricos padres no hacen más que entretenerse viendo una novela barata y fumándose entretenimiento de segunda mano para travestir las cejas fruncidas que llevan vestidas como luto desde que pasaron un agónico agosto atragantándose con las verdades de sus hijos que nunca quisieron encontrar. 

Quienes transcurren sus mediodías entre colillas aún sin apagar que consumen lentamente varios centímetros de grass a diario y sonríen al ver caracoles que copulan extasiados y no esperan morir incinerados en la cumbre de la sicalipsis. 

Quienes no conocen escarmientos ni sinagogas y siguen llegando tarde a sus casas con un olor fortísimo a tabaco y abrazan a sus madres sabiendo que llorarán sus dieciséis años entre los rosarios colgados al lado de sus consoladores celestes y dorados. 

Dead poet's society

«I always thought the idea of education was to learn to think for yourself», le dice Mr. Keating a un conservador Mr. Nolan, quien argumenta que la sensatez está cabalmente relacionada a la edad, y este diálogo me hace extrapolar los antitéticos pensamientos de ambos personajes con la decadente realidad de la educación peruana. Suelen orientarse los diez años que el alumno promedio transcurre encerrado entre cuatro gélidas y azules paredes llenas de órdenes cuasimilitares que solo motivan la malsanas competencias, conceptos distorsionados de «disciplina» y censuras por doquier al único fin de producir en el estudiante la mejor de las notas, lo cual solo satisface a los padres, mas no el desarrollo de la autonomía intelectual con que se supone debería contar el futuro ciudadano, a fin de lograr el «encumbramiento de la sociedad», esperanza casi perdida que suele ser depositada en nosotros, jóvenes, y que no hace más que podrirse en un conformista mar de quejas estáticas. Se preguntan a diario, pues, las generaciones anteriores, contra qué iremos a estrellarnos en este coche atestado de superfluidad, pero nunca se detienen a pensar en que tal vez sean ellos quienes, a fuerza de gritos al orden y la disciplina, no hacen más que automatizar en derredor.

Trastabillaciones

Tracémonos las huellas
que a fuerza de roces anulares
se han grabado en nuestros metacarpios
sigámosla con una varilla de madera
como se siguen los mapas de hace tres siglos
y tal vez encontremos un patrón
o una contradictoria proporción áurea
porque, querido, nuestros trastabillaciones
no viajan sin galimatías.

domingo, 22 de septiembre de 2013

Doblemoral

Sinagogas de ecologistas
que defienden a capa y cañones
la tala de árboles en cierto parque
y viven en Miraflores
ven a un oxidado hombre viejo
rogando por limosna o mediodías
y lo desdeñan
y lo ignoran
lo juro, los he visto.

sábado, 21 de septiembre de 2013

Contrariedad

Quizá la porfía y los enredos narcicistas
en que nos hemos enlistado durante nuestros cansinos tranvías 
se hayan encontrado con las distorsiones hechas añicos 
por la parturienta estocada en el ojo de los nóbeles
el aquelarre pancreático de borbotones apestados de quejidos
la furibunda esgrimia que penetra las edades 
y por eso nuestros desnudos periódicamente hidras y cabezas
muerden ahora los glandes cercenados 
de las estuatillas ateas a las que vistieron con sotanas.

Para leer en la nuestra futura hondonada que ya entenderás

«y qué más puede haber 
que tú y yo».
Jorge Eduardo Eielson 

Francovsky, como el curioso punto blanco que se pintó en el borde derecho de los ojos de aquel angloparlante por elección hombre pequeño y desnudo que se erige supinamente sobre un papel ya arrugado por acción erosiva de los millones de pulgares transatlánticos a más no poder estáticos cuando (pre)sintieron que por vez primera en la historia de la raza que se hace llamar humana los pinceles lograron encerrar y no enjaular en un área de cuatro centímetros la desgarbada y famélica noción del universo entera y que emula el brillo de algo que me niego a creer que es el Sol porque imposible me resulta aceptar la simple y astrológica interpretación de estos hipotéticos y mierdocres críticos pseudointelectuales de las artes modernas que se revuelcan todas las mediasnoches en sus putiferias dobleprefijadas de saberle apenas el reflejo de un astro titileante en vez de compararle con la misma espina dorsal de los euróboros y anagramas más barrocos del mundo, como ese curiosísimo punto blanco, así te quiero, yo, Aaron, vinilo arruinado con crayones, escrito con todos los sufijos que tu mente a blanco y negro pueda permutar.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Sobre la densidad con que expulsamos los cadáveres

Monikoff, Francovsky y yo, enésimamente pisando los horarios y apropiándonos de las bancas en Letras, expulsamos el humo del cigarrillo de forma tal que traza una etérea trayectoria desde nuestros labios hasta nuestro cabello y a veces se esparce por allí en forma de una pelota densa a escala del mundo.

Dieciocho de setiembre, milenario pueblo de Vaj

Monikoff, Francovsky y yo, con sufijo aún no definido, compramos hoy exactamente veinticinco cigarrillos- todos sueltos, como sus cabellos ralos-, nos sentamos en la banca del medio de la redondela a fin de tener una mejor vista de los gladiadores felinos, caninos y humanos que desesperados se espulgan las oblicuidades, comenzamos a reírnos del mundo, sacamos prometerianamente nuestros encendedores y nos contagiamos. Al principio pensé en abstraerme, a ver si la lluvia y la compañía me daban la trama del cuento que pienso escribir, pero al ver las multicoloridas rayas horizontales de Franco en derredor mío, desistí del estatuismo y empecé a acoplarme al treguacatalatreguacatalaespera misántropo en que se estaba convirtiendo esta tarde de no arcoiris. Pasamos todo el tiempo buscándoles deliberadamente antropomorfos equivalentes a los ficus, eucaliptos y mala hierbas que terminaban fumándose nuestros delirios y abrazando la eufemia y la tergiversación lírica de los merengues de antaño que siguen pataleando en mis memorias infantiles; y cuando nos fuimos, juro que atisbé por entre las nubes saturadas el guiño de algún olímpico que gusta ver tres antitéticos cronopios arruinar tan felizmente sus vidas. 

De Transatlantique

Incineración y paseos eufóricos por el parque en una misma escena, velos parisinos transitándole la tersa epidermia, reafirmación, sublime estremecimiento con el tiroteo musical del que Zach Condon es cabecilla, la negra nota de la marginada partitura, hip- sing for last call, sing for last fall, such was it all- nosis, y la concha de caracol modificada siempre allí. Sin embargo, tras el ascenso antediluviano de todos estos trafalgares, me topo con gotas de sonrisas que opacan el egoísta y fúnebre protagonismo de la medianoche y al mismo tiempo van apagando apuradamente los avernos de la casa. En los últimos treinta segundos, el acostumbrado desfile saxofónico con que se abre todos los días las olimpiadas de mis sueños sigue como un arcoiris tras la bruma del contraste y el alivio. 

lunes, 16 de septiembre de 2013

Soflama

Me encandilo con los etcéteras madrileños hasta que las metáforas se hacen literales y empiezo a chamuscar mi silla negra mientras leo cómo es que Tarrou sopla, el taxidermista arroja sus laterales y la filóloga muda de piel. Al cabo de un par de minutos, en realidad sin caer en cuenta, mi casa se encuentra en llamas y yo no hago más que plácidamente incinerarme mientras pienso en qué curioso resulta morir una noche de febrilidad y largos y espásmicos viajes. De más está decir que lo único que quedó sin cenizas fueron mis ojos y que los bomberos nunca llegaron.

Cuestiones eólicas

Una muchacha tan tramontana que los cangrejos y las ostras se aglomeran ansiosos bajo sus pies esperando la ruptura de sus cráneos. Ella -llamémosla Lucía- evita como toda burguesa señorita limeña rodearse de la escoria travestida en las noches de aguarrás, pero no puede ocultar el deseo que le ruge de calzarse cuero y puíllas en las botas. Vislumbramos todos sus eternos espectadores a través del poliéster una herida en la nariz respingada, y nos reímos de su madre en Dubai que no sabe ni quiere saberse su prole.

Días y días

Con esta bipolaridad climatológica nadie puede enamorarse bien. El lunes espera uno toparse con ventanas adamantinas en medio de un diluvio digno de esos divinos genocidios premeditados que tanto corren de bocas y resulta que casualmente ese mismo veintiséis Apolo decide dar un caprichoso paseo por entre los abetos sanmarquinos, o, por el otro lado, el jueves uno despierta con el sueño de un soplo verdorado en la boca y no encuentra más que cristales empañados con los suspiros de las musas. 

Me puedo enamorar de una mujer o de una granada

Aun en los centros
más abisales
del remedo del averno
nos queda la belleza 
violenta y genocida 
que narcisistamente 
suele ser llamada amor.


Para leer mientras sudas frío

Predigo mi muerte
-como Vallejo-
escenarios
                un safari en altamar
                una campaña bélica
en el desierto
                un aquelarre de polvo de estrellas
hasta la asfixia
                un batallón de gendarmes
                una rota vía férrea
                un par de docenas de grados richterianos
                un aneurisma matutino
                un desvío de pegasos
                una castración del Tártaro
             
y predigo mi muerte
-como si algún día
fuera a tener
más de dieciséis años-
predigo mi muerte
y después de todo
el hartazgo y el lodo
se me ocurre lomográficamente
               un día soleado
de onanismo en los andenes
               una calle repleta de capulís


pero el telón de atrás
siempre negro, negro.

Y Verne

            Mi pulgar derecho alcanza
            algún libro de Verne
            con portada ilegible
            y lo patea
            y cae
y Verne
y Verne.

Porque

Me iré a morir por allí
porque soy
porque soy
porque soy
eso y aquello
porque soy
lo que no diré
porque soy
eso y aquello
porque las rapsodias
oxidadas caen
y los malditos
e intransigentes
porque soy
verde y yang
escala de grises
y sinuosas
líneas
espectrográmicas
porque soy
porque no.

viernes, 13 de septiembre de 2013

Nos gritarán

Basta con decir
con proponerme
convertirnos en
pequeños ajolotes
tranquilos y afónicos
y transgrediré
la genética por ti
atentaré genomas
hasta lograr besarnos
doce metros bajo
la más furiosa marea
de medianoche
saltar de las peceras
e ir salpicando
por toda la ciudad
siempre de la mano
y entonces
insolentes transgénicos
nos gritarán.

jueves, 12 de septiembre de 2013

Always white

My mother believes
our souls weight
thirty grams
and white butterflies
-they must always be white-
are fucking eternal angels
who like to softly pose
uppermost my eschatological
pair of hands.

La planete sauvage

For the third time La planete sauvage 
and the dazzling draught on my tongue
that knowing those billion spheres
secretly need other humanly bodies
to transliterate themselves
into something they couldn't be cause. 

Siempre blancas

Mi madre cree
que el alma
pesa treinta gramos
y las mariposas blancas
-siempre tienen que ser blancas-
son jodidos y sempiternos
              ángeles
que gustan de posarse
en mis poco cuidadas manos.

Que nosotros

Pretendo encerrar
los rostros contraídos
sobre la gelicalidez,
la brisa
de un mediodía
casi primaveral
que nos recorre
las pobladas cejas,
el par de
flamillas
iridiscentes
que se pegaron
un tiro
y cayeron
de nuestros ojos
mientras me besabas
atragantado
de utopías, colmado,
lo juro, querido,
intento formar
una suave pangea
pero las palabras
son tantas
y asesinas
y nos desnudan
y nos muestran
que nosotros
somos,
que nosotros
somos,
que nosotros
somos.

Paso

Paso el día bipolar y trastornado
junto al escozor que me produce
extrañarte sin instintos constrictores
que conjugar y sedar 
o revivir tus mejillas que se turnan 
de la forma más asimétrica 
que alguien pueda imaginarse. 

domingo, 8 de septiembre de 2013

Algo que faltó

Porque morir no cumple con mis expectativas.

Porque las cartas de presentación de todos los dioses están escritas en un latín superculto que nosotros no podemos entender, así que no nos queda más que contemplarlas como se contempla a Goya, guardarlas celosamente y nunca volver a acordarnos de ellas.

Porque mis dedos se turnan para enfriarse: el pulgar suele retorcerse hipotérmicamente mientras el anular se caldea con los lentes puestos.

Porque mi abuela dijo que es una mala persona y yo no le creo.

Porque todos dicen que el papa es una buena persona y yo no les creo.

Porque nunca supe cómo es que nacen los caracoles, y no quiero saberlo. Me basta con mirarlos y prenderles fuego.

Porque si alguien le presta suma atención a las líneas de tus manos, podría descubrir un mapa que describe con detalle los recodos de algún pueblo septentrional lleno de anacronías.

Porque suelo (re)huir de mi profesor de Fonética, quien suele destruir estatuas por doquier.

Porque TENGO que mentirle a mi familia por su propio bien. Y no siento culpa alguna. Mentira tras mentira y es como si me tomara serenamente un vaso de agua mientras le doy la primera calada a un cigarrillo.

Porque quiero ir a algún bar con micrófono libre, enfundarme el rostro con la máscara de un gato y recitar el poema más sucio de Sarco Lange, ese donde objeta en una boda.

Porque no creo en el matrimonio.

Porque no sé si creo en el amor.

Porque la suerte es una rubia déspota que solo se acuesta con señores enternados.

Porque siento que mi ojo está harto de estas cosas, por eso suele nublarse.

Porque no se me ocurre un buen argumento para escribir un cuento.

Porque mi rojo walkie-talkie se mantiene incólume, como si estuviera esperando tu ruido blanco.

Porque la palabra «incólume» siempre me supo a estatua y estatismo.

Porque quiero ver todo con la mira de un rifle.

Porque sigo prefiriendo las zapatillas más rotas que tengo.

Porque quiero. Eso.

Caminamos

Caminamos por la Decana
-dejaré de prefijar con seudo 
porque concluí ayer 
que ninguna palabra 
es su significado completo
excepto «Francovsky», 
pero ese es otro asunto
muy romántico, por cierto-,
caminamos por la Decana 
como si estuviéramos en medio 
de un incendio provocado
por esa joven con nariz aguileña 
que nunca quiso pero en su pobre intento 
de artificiarse una luz o un dios 
fracasó en mayúsculas
y con prejuicios.

Suicidio y no lo saben


Tranquilas y burguesas calles californianas
mujeres maquillándose frente a una instantánea de Marilyn Monroe
niños sin culpa futuros ternos y zapatos muy bien lustrados 
jugando con muñecos de acción de un policía negro 
ancianos veteranos y vanagloriosos de haber matado cien judíos
jugando con muñecas inflables de una mujer negra
adultos esqueletos personas normales status quo 
atarantados todos respirando todos 
el aire que despide la simulación muy bien hecha 
de la felicidad americana. 

Algunas

Vivir tras su oreja
gritarle holocaustos 
y susurrarle abismos 
traducirle al sánscrito 
sentir su vientre doblarse 
mientras el delirio desborda
la anatomía humana 
y sobrevive el rosa agua turbia 
-oh you're skint and minted- 
aprender a suicidarse 
sin siquiera cerrar los ojos 
despotricar contra las flores 
o el ceño de la virgen 
exageradamente dolida 
sentir cómo se rebelan las palabras 
que no quisieron mudar
sus limpias viviendas 
en un poema de Neruda 
a esta pocilga transatlántica
con arranques de felicidad 
mugrosa y políglota 
caída melodiosa al charco 
esbozo de sonrisa 
al oírle odiar 
suite de Bach mientras se rompen 
vidrios conversaciones y niñas
gradualmente cambiar de ánimo 
hasta disociarse de la percepción. 

jueves, 5 de septiembre de 2013

Cosas de vestuario

Supongo que me queda esperar 
sin expectativas
la primavera 
en que no seré libre. 

De nada vale

De nada vale hablar de globalización,
llamadas telefónicas a larga distancia,
ciudades cosmopolita e inclusión social
si cada vez estamos más enovillados
en nuestras propias cavernas caníbales
decoradas a gusto de cada monstruo
(pero ningún escondite está permitido
de tener fluorescentes ni candelabros
ni blasfemias a la oscuridad de ese tipo);
de nada vale morir todos los días
por una parcela de tierra muerta,
una pequeña traslación de una línea
que ni siquiera existe;
de nada vale, os lo dice Pesimismo,
ángel ateo inventor de la cuneiformidad
y el solipsismo puberto,
de nada vale admirar
las mismas balsas de Caronte
ni catar el oro en la alforja
para ir a otro infierno
que te engaña
con un fuego más azul,
de nada vale.

Recuerdos del mismo día

Me toco la barbilla
y aún puedo sentir
el ortodoxismo de tus dedos
al desterrar uno por uno
los pocos vellos restantes
que tantos nos raspan el alma.

Probablemente seamos

Probablemente seamos expulsados
por curiosos y anaqueles
amantes caracóleos
y zares un poco cínicos,
probablemente nos apuntarán
con todos los dedos maltrechos
a ver si nos quemamos
y nos ponemos a rezar,
o tal vez intentarán culparnos
del terrorismo de los capulís
y las bombardas en morados festivales.
Incluso pueden exhumar el medioevo
y cavar hondo hasta descubrir
que las bisagras solían vestir
calzones hasta la rodilla.
Ellos son capaces de todo
cuando les pones un ocho encima
de su trance divino
en medio de su fingido viacrusis
rodeado por tes de polietileno
y la brisa embaucadora
que se impregna en las nervaduras
de la más sangrienta rosa.

martes, 3 de septiembre de 2013

Pregunto

¿Es acaso pervertido o poco saludable
dejar sin adversativos
 que te conviertas en mi soma 
y me automedique contigo todas las mañanas 
al menos durante tres soles
para sentirme en la cúspide del averno 
que compartiremos pronto en unas cuantas letras?

¿Acaso se considera desdeñoso 
mirar con arqueamiento de cejas
las trompetas asesinas del arte 
que van rodeando la minihectárea
como si se pudiera follar allí 
con cualquier sílaba, 
con cualquier nota afónica?

¿O es mal visto 
que planeemos nuestro futuro
a blanco y negro
y juguemos con los tiempos 
y las verdades conjugadas
imaginándonos nonatos caracoles 
o gatos de mal agüero? 

Caja débil

Tal vez es buena idea eso de tragarse las llaves 
para salvar tus gavetillas criptógamas
o charlar siempre encorvado con las manos detrás 
como cínico sin blindaje ni huracanes 
y no confiarle a nadie el día exacto 
en que nace la primera atenea del cactus,
el primer dios por cesárea. 


Línea

Hoy serás, mi amor,
una jodida línea horizontal
escrita por los dedos sucios
de algún Olímpico
en medio del cielo
partiendo el globo
meridianamente
que se verá
aunque sea de noche
aunque se quemen las capas
aunque los ojos
del trío de gorgonas
aunque el averno
con tus misma cantidad
de lunares
se plante allí
como un anillo de Saturno
y delinee junto a ti
todos los demás retratos
y salvapantallas.

Cigarrillos, verd(ad)es y sarcasmos

Entonces voy delante de ti y nos quedamos callados en el silencio más cómodo que alguna vez ha existido. Por momentos volteo para asegurarme que tu rostro sigue allí como el norte de mi brújula o tan solo para memorizar todas tus pequeñas manchas, con las cuales tengo memoria fotográfica. Terminamos -no sé cómo ni en cuánto tiempo- en medio de una extraña facultad y un nuevo ecosistema no compatible con nuestro metabolismo acostumbrado a cigarrillos, verd(ad)es y sarcasmos. 

-¿Ya llegamos?
-¿A dónde llegamos?
-A Nantes.
-Pronto, amor. Pronto.

En este punto ya dejan de importarme las multitudes y propongo mandar al carajo toda una bandada de índices, intelectuales y esnobs que se mofan de todo lo que no sea Apple, así que paro en seco. Te sorprendes. Te beso. Y nos imagino como en un cuadro de Van Gogh.