sábado, 31 de agosto de 2013

Recuerdas

¿Recuerdas cuando las rojas avionetas publicitarias
sobrevolaban nuestras aún no no construidas azoteas
y nos regaban con panfletos que lucían mujeres
mientras nosotros niños de oro nacidos en medio de
dizque renacimiento, pobredumbre y eshoradetomarellonche
saltábamos extasiados como si de finales heptacolor,
de alegrías que flotan en medio de la iniquidad se tratara?

viernes, 30 de agosto de 2013

De confusiones

Cada vez que las letras -debido al movimiento espásmico de mis dedos o el traqueteo de omnibuses rojos- se mezclan con sus congéneres alfabéticos y confunden mis ojos, puedo asegurar que distingo una palabra muy hermosa e importante en la cúspide del telurismo. «Francouer», leí ayer, mientras zarandeaba mi ejemplar de Los pequeños burgueses; «mapamundi», vislumbré, en vez de «muerde»; «fóllame» en lugar de «ámame», allí, en medio de Psicosis. Y así en una estantería aparentemente llena de libros impregnados con psicofármacos y belerofontes la confusión me salpica la lengua y me sabe a miel con sonrisas.

Seudoamor

Porque Dios es un astronauta
derivando por los génesis
y las yugulares abiertas
que tuvieron que sacrificarse
por un cáncer sin pecado,
por una neumonía santificada,
por una línea recta y monosonora
salpicada de agua bendita, de seudoamor.

Si algún día

Si algún día viene y me dice
hijo por qué les tiras piedras
a los árboles
yo le diré que mire bien
que ese baobab
tiene dibujado
en sus líneas bicentenarias
las pequeñas caras
de cada una de las pulgas
que merodean este mugroso charco
este mugroso prostíbulo
que se hace llamar vida
pero no es más que
agua semen sal y miradas largas
entonces ella reaccionará
de la manera más tristona posible
e intentará fornicar túneles
con teamos
y recordatorios infinitos
de nuestro árbol genealógico
me dirá con los labios
hasta la quijada
pero hijo tú no eres 
más que eso
a los dieciséis años
aún no es empirismo
a esa edad
aún no hay Venecias.

Ahora

Saludo de la mano
a las otredades 
y por primera vez
las lágrimas caen
como una grieta 
indiferente y serena
por donde salen harpías
ortodoxas imperdonables
que te desgarran las paredes
e inhalan entero 
el perfume de tus labios 
las navajas en los iris 
el salitre en las punzadas
todo sin juntar las cejas
porque ni tiempo tuve
de amarrarme los cordones
mientras mi madre
me excomulgaba. 

Espasmo

Atácame con flores
mientras tiemblas
e insuflas
cuervos
en la minihectárea
rastríllame los dieciséis años
y las seudoetapas
mientras

hijo mío me dices
hijo
tuyo
soy
si hablamos genéticamente
pero sigo con la infame tesis
de que hemos debido nacer
sin evas ni adanes
ni plumas ni costillas
ni besos ni palmas
ni sexo

ni sexo

porque, amor,
siendo certeros
como flechas o colibrís,
debemos admitir
que lo de nosotros
está al margen de la vida

no encajamos
en ninguno
de los millares de infiernos

porque, créeme,
los estoy comenzando
a visitar.

miércoles, 28 de agosto de 2013

Lo que quisiera

Una tradicional casa limeña de ladrillos en el populoso distrito de Villa María del Triunfo. Diez de la noche. En el comedor, MADRE termina de poner la mesa y llama a su inconforme hijo mientras prende la radio. AARON, con un abrigo largo y pantuflas, teclea furiosamente, hace un poema en el cuarto donde están la computadora y sus libros. PADRE está en escena pero nunca habla, como es costumbre.


MADRE. (Empuja la puerta entreabierta de cedro.) Hijo, ¿qué estás haciendo? No escuchas cuando te digo que la cena ya está lista.
AARON. (Tartamudea.) Ah, ma, estoy, estoy, aquí, ya voy, estoy haciendo...
MADRE. ¿Trabajos?
AARON. Trabajos, sí, digamos que eso.
MADRE. (Apenada.) ¿Pasa algo?
AARON. Sí, trabajos, la universidad, eso pasa.
MADRE. ¿Vendrás a comer ya?
AARON. No quiero.
MADRE. (Se detiene en seco.) ¿Por qué?
AARON. Porque Franco.
MADRE. ¿Eso pasa?
AARON. Sí, pasa Franco, ma.

Allí abajo

Sostiéndose, agonizando cual péndulo,
tal vez esperando ansiosamente el lujo
de la muerte, la comedia y la desesperación,
las supresiones de las canas, densidad de miembros;
envuelto en sabores, preguntándose por qué
por qué se olvidaron de sus cerezas y sus padres,
por qué la aspiración contenida, el genocidio
difuminándose en el interior, allí donde Dios
nos mira y se burla de nosotros, de los planes
en que se cagará acompañado de
una risa frenética y un poco atarantada;
impregnándose en tus latidos,
entre las cejas fruncidas, los botones pequeños;
con un círculo que le atraviesa felinamente los peldaños,
descosido, deseando amar antibióticos pero verse
triste e imposibilitado por su condición
de asesino sin remedio, de suicida continuo;
el cáncer, algún día pareja de este engendro,
apátridos ambos se incineran
poco a poco, poco,
entonces la última caliente pitada y la colisión
contra los bordes de la mente
y la silla, caen, deseosos pero muertos,
pierden en la descendencia,
«hay tantos como yo», caen,
es nada, no es, pierden,
el tabaco, pierde
en nosotros,
le sobrevivimos.

Preludio

El preludio
los dos fuegos simétricos
que al final se tuercen
para acercarse sin puntos
ni sintaxis ni líneas puntiagudas
ambos equilibrándose
paralelos, en la misma lágrima,
y se suicidan caen erectos
colisionan contra el cielo
contra en único árbol cataratoso
se confiesan obligados nunca arrepentidos
mientras se les escuecen
los filtros vírgenes que les quedan.

Y ya en el infierno de la basura
siguen persiguiéndose
comparten otoños
viajes prematuros desde el sol
para partir sin correas
hasta algún charco sideral
en el cual por fin podrán echarse
podrirse andropáusicos
y sufrir mientras rezan
y caen en el sexo
con las manos abiertas.

martes, 27 de agosto de 2013

Belicidad

Y yo sé que a veces recuerdas cómo las tintas
se incrustaban muy al fondo de tu paladar,
cómo tus mejores amigos se iban fundiendo
con la mierda en tus zapatos de charol;
cómo el amor, cómo la risa, cómo
todos los puentes infantiles que creíste construir
iban desdoblándose tras un par de blasfemias
frente las leyes de la física y de Dios,
estas últimas muy violentas y andropáusicas,
si has de saber.

Que también sigues asombrándote
cuando la esofagia se fuma a sí misma
y se calcina en medio de botes de basura,
allí, junto a los recuerdos warholianos
y las incongruencias con que has crecido,
que los flashback con cientos de trasposiciones
terminan por marearte hasta el vómito en negativo,
concierto de nereidas en fuga,
rebelión sexual de monjas,
¿recuerdas toda esa prepubertad sangrienta?,
¿recuerdas las tardes hedonistas y los pisos fríos
en que lo hacías a diario con tu niño en turno, querido?,
¿recuerdas las lágrimas en medio de las tres últimas
lánguidas hecatombres masturbatorias del atardecer?

Pero no llores, que yo sé presionar
exactamente en el lugar que las bandas te tapan
donde las enfermeras te protegen
y tu madre te llena de besos con pudor
porque no sabe si comprar ya el féretro,
que están hoy en oferta y debe ahorrar
para el regalo de la hermana que nunca tuviste,
lívido y pobre enfermo sin comisuras.

Recuerda también todos aquellos motivos de arte
lleno de persianas pintadas con miembros,
de colisiones ortodoxas en medio del cubículo
con ventanas polarizadas colmadas de reveses,
recuerda todo eso, recuerda cómo las duchas
y las sombras de las manos y las sucias dríades
tocándose las tetas y gimiendo mientras frenéticamente
dictaminan tus próximos tres años
sin ninguna puta idea del lirismo y magia propias:
«eres la última rama de la noche, el último falo del suicidio»,
y entonces todo revienta y ya no quiero hacerlo.

¿Y si

Escalo el Kilimanjaro contigo
o solo evadimos la existencia
mientras te arranco los desnudos
y reprendemos a los dioses
por no haberme escuchado
cuando quería asesinar a alguien,
hartarlos hasta que decidan
mandarnos a largar
a otro tiempo con más sicalipsis
y menos crisantemos?
I
¿Quererme es un estado continuo o solo un traqueteo anímico? 

II
Mierda, mejor nos fumamos un par de Carpediems.

III
No quiero trivialidades, no ahora. No evadas.

IV
Bueno, entonces un abrazo y asunto arreglado.

V
Imposible escribir sin doblar mis dedos zurdos como si fueran unas maltrechas hojas de otoño.

VI
Vamos, písotéame, que es lo que mejor sabes hacer.

VII
En definitiva eres un saltamontes trepando por el lomo de mi libro favorito. 

VIII
¿Quién sabe qué buscas? No vives en este mundo, tu apatría se asemeja mucho a la nada.

IX
Oculto lo que escribo con mis manos feas y retraídas.

X
Pensé que reaccionarías diferente con lo que te dije ayer. ¿Mejor? ¿Peor? No lo sé, pero odié tu nulidad.

XI
Tal vez fue mala idea ahondar tanto en la confianza.

XII
Pues ahora no se me va de la mente esa hedonista y frenética manera de repetirnos. 

Y caigo

«Solo te pregunto», me dices, y yo no sé qué responder. No estoy seguro si lo que quieres es un beso o simplemente que te deje dormir en paz. Golpeo el cigarro -que, por cierto, se encuentra más amargo de lo normal, no digo que no me guste- mientras observo tu cabeza girar unos cuantos grados a la derecha, hasta quedar de espaldas a mí. Creo que lo de hoy es abstraerte. Abres tu mochila, pequeña caja de Pandora repleta de basura, y descascaras un cítrico sin trinidades en el rostro. Siento que debo tocarte, a ver si eres real, amor. Quiero ser yo la naranja que cruza tus bordes. Entonces cambio el color de la tinta, mi letra en rojo es horrible sobremanera. Ríes para ti solo; siempre me gustó tu bipolaridad, pero sospecho que te estás burlando de mis inseguridades. ¿Es que me encuentras ridículo, querido? Bueno, no serías el primero. Qué tan rápido paso de ahondar en el subsuelo a sentirme una hoja levitante y sin colores. Está bien, te fuiste, pero dejaste aquí tu felina sombra. Vuelve. Tal vez debería irme yo, tal vez debí haber sido yo quien terminó aplastado tras caerse de aquel edificio burgués. De alguna manera siento que lo fui, solo que mi caída es esofágica y dura mucho más de veinte pisos. Añado signos de interrogación: ¿Volverás, amor? Me siento un pervertido practicando voyerismo en la azotea. Y caigo. Te imagino caminando con la cabeza gacha mientras desenredas tus audífonos. Pero no estás aquí.

Lunares

Las nubes que duermen sobre París
también se enamoran de felinos negros,
los agujeros en nuestros pantalones
se sienten ignorados
mientras yo intento ubicarme
dentro de tu boca cosmopolita
que ansía un par de besos calmados
susurrándole mi nombre
en forma de ceniza.

lunes, 26 de agosto de 2013

Hispanizado

Oh qué significa ser amado
qué significa despertar junto a alguien
y mirarlo difuminarse en el infierno
con las nubes gritando derretidas,
y al amanecer quemarse
buscando pasos en la Luna,
gastando el día provocando temblores
como aquellos que hemos tenido
todos estos meses.

Oh qué significa ser amado,
qué significa morir suave
en la mano de alguna pluma,
oh qué significa congelarse
mientras nos sentamos en el pasto
fumando perfectamente locos
y tus labios tocando los míos.

Oh qué significa ser asesinado
por las garras del tiempo
ignorando navíos y divorcios
a muchas millas de aquí.

Oh qué significa ser perfecto
buscando pecados por detrás
y tratar de ver todo el oro
de la sangre del Señor.

Oh qué significa ser amado,
qué significa despertar junto a alguien
y mirarlo difuminarse en el infierno,
el infierno, el infierno, el infierno,
burlándose de las personas
que viven en blanco y luego descansan.

Para cantar en aferración sostenida y con acento de Gran Bretaña

Oh what it means to be loved,
what it means to wake up
next to someone else
and watch him blur in the hell
with the cloud shouting melted,
and at the dawn get on fire
finding steps on the Moon,
wasting the day causing tremors
like we've had all this months.

Oh what it means to be loved,
what it means to die soft
in a hand of some pen,
oh what it means to get cold
while we sit on the grass
smoking perfectly mad
and your lips touching mine.

Oh what it means to be murdered
by the claws of time
ignoring ships and divortions
thousand miles far away.

Oh what it means to be perfect
searching for sins at the back
and try to take all the gold
of the blood from the Lord.

Oh what it means to be loved,
what it means to wake up
next to someone else
and wach him blur in the hell,
the hell, the hell, the hell,
making fun out of people
who live whitely and then rest.

domingo, 25 de agosto de 2013

1969

El año de los engendros
cuyas miradas dejan estelas
y arrancan mariposas de las lenguas,
mil novecientos sesenta y nueve,
anumeral, crisis por las calles
llenas de piedra logoclónicas
y regadíos infantiles en subida.
Yo te conocí en Nueva York
junto a pechos desnudos
en medio de una ciudad sin globos
en la lagunas pulmones cisnes,
estabas allí, dubitando, polo gris a rayas
y amarillos ojos estrábicos
combinabas muy bien con el sol y la
extravagancia que reinaba,
yo te conocí con tu primer fernet en los labios
y un par de asteriscos en el océano.

Bitácora de eje francoskyano

7:56. Cruzo los ahora peligrosos umbrales universitarios. Me pregunto si estarás sentado en aquellos troncos color menta artificial o en las banquillas de Letras o con los pies suspendidos en el aire sobre la escalera desde donde vemos el mundo. No estás por ningún lado. Me siento a esperarte mientras leo Los años con Laura Díaz. Ya llegarás, lo sé. 

8:19. Tras sopesar por mucho tiempo la idea de llamarte o no, a fin de no parecer desesperado, me inclino por las telecomunicaciones debido a las ansias de tu cabeza en mi muslo derecho. Dices que ya llegarías. Sonrío. El sol comienza a brillar con mucha más fuerza. Qué caprichoso y ligado a Francovsky está el clima. 

8:23. Veo que entras con esa caminata cansina y un poco harta. Sospecho que puedes estar en tus momentos de abstracción y rechazo a la realidad. Finjo que no te he visto, no quiero que te des cuenta de mi poco sana obsesión con mirar tu figura desde lejos. Saco el libro de mis ojos cuando ya estás lo suficientemente cerca como para besarte. Lo hago. Apoyas tu cabeza. Un estremecimiento recorre mi médula espinal. Sonrío. Sonreímos. Y las sombras anteprimaverales allí, innovando tus facciones. 

9: 35. Sé que te diste cuenta de mi necesidad de un Lucky tabaco puro, así de bien me conoces. Los buscamos en los quioscos aledaños. Nadie los vende. Decimos las mismas groserías al mismo tiempo. Encontramos. A los cigarros y a nosotros. Al regresar, encontramos a Monikoff en medio de la pista. 

10:00. Prendemos el primer cigarrillo. El encendedor es rosa y no funciona. Usamos el mío. Miramos las nubes que se mueven velozmente. Enciendo el reproductor. Al Bowlly. Monikoff nos inmortaliza por mientras.

12:02. Monikoff se va con su novio y le deseamos muy buenas salenas. Solos otra vez, siento los estrechos del mundo juntarse. «Te quiero», dices. «Muchérrimo», respondo. 

01:14. Quieres tomar helado. Yo quiero tomar el instante en que me besas entre las manos y meterlo en una jaula oxidada, de donde nunca saldrá. Caminamos hasta el centro comercial. Intercambiamos bromas y pequeñas frases. Casi al llegar se oculta el sol junto con las ganas y los besos veraniegos. 

01:48. Llegamos al campus de la mano. Siento que me importa muy poco lo que Babla, Manoeunuca y Rody tengan que decir. Nos tendemos al pasto, nos abrazamos, nos pertenecemos. 

02:17. Regresamos a la abandonada buhardillita provisional y prohibida, para unos abrazos como solo nosotros nos sabemos dar. Y lo demás es para las cartas. 

sábado, 24 de agosto de 2013

Tighten up

Te abrazo entre líneas
mientras el clamor de las palmas
excita las entrañas basílicas 
los obeliscos con sudor
y entonces el tsunami estruendoso
calles húmedas de Lima da lo mismo
polos sin cuello embarrados
descenso fálico miradas fijas
nadie nos ve a nadie le importamos
y qué bien se está allí 
entre siempres o nuncas o veces primeras
insectillo rastrero con alas. 

La rápida historia de Piercouer y Frembuel

Parque miraflorino con muchos gatos trepados en los árboles, como espectadores. En el centro, un busto de César Moro. Es de mañana. PIERCOUER viste una chaqueta azul. FREMBUEL luce preocupado, lleva un polo negro y zapatillas verdes. Ambos sostienen cigarrillos. MUJER DE ABRIGO VERDE espía la escena desde su rústica ventana.

PIERCOUER. Tú y yo sabemos que aquel reloj gigante de la iglesia está siendo secretamente manipulado por los olímpicos, ¿por qué negarlo, amigo mío? 
FREMBUEL. (Mostrando comprensión.) Parece que sí, eso parece. El tiempo está despotricando. 
PIERCOUER. Y no estoy loco, pequeñísimo saltamontes. 
FREMBUEL. No, no lo estás. Nunca lo has estado. (Le besa efímeramente en los labios.)
PIERCOUER. (Desconcertado.) ¿Qué haces?
MUJER DE ABRIGO VERDE. (Sonriendo.) Ay, chiquillos saltarines, ya era hora.
FREMBUEL. (Susurrando.) Lo siento. (Esboza media sonrisa.) 
PIERCOUER. Te lo he dicho kilómetros de veces, Frembuel, no finjas despreocupación: contigo no funciona eso de quitarle importancia a los enredos. No seas cobarde, que suficiente mariconada con el beso que me acabas de dar. 
FREMBUEL. Digamos que tenía que hacerlo, y listo. Los embrollos se desatan mejor en el silencio. (Se voltea hasta quedar de espaldas a su amigo.)
PIERCOUER. Noventa grados, solo eso. 
FREMBUEL. (Gira.) No me dejes en el limbo.
PIERCOUER. Eres tan feo e inseguro. Ven aquí. (Le besa.)
MUJER DE ABRIGO VERDE. Nunca me aburrieron los finales felices.

viernes, 23 de agosto de 2013

¿Qué crees?

Como anfibios
u óxidos en paneles,
concentricidades
metafísicas.

Un abad

La felicidad iridiscente y la reinvención en trío de la rueda,
risas burlonas y extralimitación bipolar e impredecible,
las confesiones sin luna bajo la mugre limeña y la mierda jueza,
cielo manoseado y renacentismo con martirio,
los libros esplendorosos, la fingida autenticidad que arruina dioses,
glifos en la hoja, comas por doquier,
el remolino vampírico, el bilingüismo barato,
dot coms, seudorealidad engañosa pero potenciada,
el anticlericalismo, los platos a medio acabar,
cenizas destructoras de décadas magenta,
un abad en el armario que nunca se atrevió
a besar el confesor de ojos negros
y blue jeans rotos.

Hagamos como que siglos

Qué placer al tamborilear contigo llenos de nicotina
y pequeñas dosis de suicidio, con alto grado de aferración
a gatos y canciones a blanco y negro;
al edificar recuerdos de alquitrán que nos hará toser tequieros
hasta agotar el léxico español; o simplemente
al recordar warholianamente tus asimetrías
cuando lanzaste nubes a los iris poco obvios.

jueves, 22 de agosto de 2013

Nosotros

Solo para ver qué pasa,
por sadismo adolescente,
intentaré cargar a Prometeo por la espalda,
darle de limosna su fatuidad descarriada
y después me reiré de él y sus buenas voluntades,
de su fallido intento al antorchizarnos,
para, al final, con lotos y poliedros,
darle la estocada final con un sanguinolento
«nosotros los humanos no somos más que semen y amor».
Divinizo nuestras comisuras, ven aquí,
une los puntos y enumera los defectos,
rodemos en el pasto, te lo propongo,
aprisiónalos hasta el límite.

lunes, 19 de agosto de 2013

Quiero enredarme

Doblo la hoja
una taza de café a mi lado,
un cigarrillo, dos codornices,
pienso en ti y
quiero una Olivetti,
así te regalaría fascículos
hasta un hartazgo de puentes;
espero a seguir viendo dragones
y hecatombes urbanas,
estas últimas desde un balcón
que no existe pero construiré
cuando me prometas
que solo contigo los astros
y todos los malditos dioses
que fornican en medio
de nuestros patios;
una taza de café a mi lado,
dos cigarrillos, narices muy juntas,
minihectárea contigo,
pienso en ti,
quiero enredarme.

Gregarismo

Leucemia entre líneas, quién dice que el asesinato no es un arte, gavetas de caoba en medio del desatre palestino lleno de cartas suicidas, marcos negros al borde de fotografías roídas de algún presentador radial, manchas de vino en los pantalones atermados, monedas tardías y sin idea de en qué siglo estamos, placeres infinitos, el matiz individual que solemos quemar sobre universidades opacas, pensemos en voz alta, todo estos nos interesa muy poco, muletas de mentira y tirantes medio locos, «no hay respeto por los ancestros», juran y rejuran, Calambo, paseo por en medio de los Campos Elíseos, el turismo de Dante y la génesis arbórea de cierto cansancio en trenes, quiero ir a todos los museos, acabar tintas, remendar memorias, ¿cómo define la sociología esto?, monólogos crueles e irreparablemente enumerativos, todos se ríen y cambian de color pero yo sigo queriéndote en escala de grises, así, muy poco listo, déjame que te conquiste los sueños, que matice tus errores hasta convertirte en un busto de más de tres metros de altura, sé hedonista solo conmigo, Charleston, cardenales hasta en los huesos, alexitimia, eco, eco. 

sábado, 17 de agosto de 2013

Espectador

Me regocijo entre el sexo de los adioses,
amo en el cristal turbio del mañana, el reflejo insípido,
siete mil espadas en el cuerpo de Atlas,
acusado de traidor contemporáneo, de rabias y conejos,
dos pechos rotos y miradas en cada vórtice del mapamundi,
una herida cotundente justo en medio del contagio,
sociedad senil y alexitímica, traficantes prejuiciosos,
les faltó apuñalarme las manos cerradas
y la frente sicalíptica.


¿Desgracia?

Hoy pizarrones grisáceos para colorear desnudos,
manzanas muy verdes a las clases altas, bastones,
sangre de grado y agua de azahar a los niños,
tal vez un poco de somnolencia, por qué no,
disfruten hoy de la lujuria y las sonrisas y los molinos
y picaflor por qué te mantienes estática frente a la nariz
de aquella vieja sucia y enredada con sus propias gemas;
disfruten hoy de la megafauna, la taxidermia
y las pantallas con pulgadas de gigantes,
jóvenes respingadillos y tuertos cristianos,
porque mañana visitarán las calderas de mi guion,
los dragones de mis cuentos.

viernes, 16 de agosto de 2013

I
Hay momentos en que te sientes una auténtica mierda pisoteada por fantoches en terno 
o un ferrocarril abandonado, en que ves luces pero ninguna es blanca, todas son amarillas, 
color vómito de estrellas y alfileres clavados en la lengua. 

II
Hay momentos en que dejas un poema colocarse la escopeta en la boca 
o un nombre de flor en el cuello y cuando está a punto de tergiversar el gatillo 
con una frase de estaño y soma, 
darte cuenta de lo malo que es, 
del prisma cambiante en que puedes llegar a mirar las cosas.

III 
Hay momentos en que eres tú el de neologismos en las venas. 

IV
Y, colofonizando en derredor, me siento mierda y más mierda. 

jueves, 15 de agosto de 2013

A este paso

Hay momentos en que miras tu asimetría
barbilla ojos cicatrices en la nariz pómulos
brazos granos caracoles podridos piernas
cabello corto forma irrisoria tristes variaciones
la epidermia vulgar y común
egocentrismo misantropía desorden
descontrol sábanas sin acomodar
ansias trágicas controladas y sin escribir aún
dedos medios adolescentes paredes pintadas
libro con navajas hojas desliz por el barranco obscuro
nudos en la garganta signos de interrogación
y así acumulando prefijos a la intemperie
hasta llegar al no soy nada
yo no soy.

miércoles, 14 de agosto de 2013

Duelo

Rodeo el estadio hasta que el Rey saboree mis miedos, entro al castillo por la cloaca y el Perro sigue blandiendo su hacha de hartazgo; entonces, en ojo de tormenta, intento recitarle algo, filosofarle, conocerle los demonios, presentarle a Proust, y no me escuchará. Sonarán las liras, las odas comenzarán a autoerigirse colofones. ¿Puedo escoger entre muerte y gloria?, me pregunto, pero la sinapsis está ebria en algún burdel, así que solo atino a patear candelabros y defenderme con bustos de héroes verdaderos; mientras me miran, descubro que mis lágrimas no son dagas, que las palabras no son escudos, que mis dioses paganos se burlan de todo esto con copas de vino y mujeres inmundas. Para acortar la muerte que yo pensaba homérica, en el preciso momento en que me disponía a aislarme tras las faldas de la Reina, mi madre, yo, sí, príncipe Eunuco, sentí el viento abrirse paso e ignorar el infortunio hecatómbico, partirse en cuatro, en mil, una confusión de cascos y cuernos, armaduras y gruñidos, onomatopeyas de furia, mi caja torácica rota, pienso en mis últimas palabras, ¿alguien las escuchará? Los vítores hacen que vislumbre el destino acérrimo de esta vez, la última vez. Alzo los ojos y tú te difuminas en un gesto de dolor y disculpa, mientras yo, sí, yo, fracción de hombre sin diástole, vomito desolación y cintas rojas. Y luego, la corona. 

14 de agosto, Lima

Casi todas las mañanas despierto sintiéndome uno de esos círculos asustantivados en los que se practica tiro al blanco. Mi padre, Robin Hood, con la diferencia de que él no da nada a los pobres porque no son «familia»; mi madre, cuervo blanco novato pero certero, llena de buenas incomprensivas intenciones, con sus palabras eólicas como lágrima de fénix; mi hermana, bueno, ya dejé de evocarla; mi perro, un lobezno injuriado que prometió atravesarme no con flechas sino con mandíbulas y estruendosos ladridos; y todas las demás personas, turba medieval intentando arreglar sus deudas conmigo, hierba mala creciendo en la torre.

lunes, 12 de agosto de 2013

Anacronías

Bueno, pues ese día de odaxelagnia y cúspides
mientras nos hacíamos pequeños y negruzcos ovillos
me cruzó las pestañas una seudopremonición sesentera:
ambos nos sosteníamos los pulgares, desnudos, a blanco y negro
la vista era en tercera y primera persona a la vez,
no sé si me explico, me refiero a que era yo quien nos miraba;
y, tras firmar con nuestros pies unas cuantas cuadras neoyorkinas
sin que nadie siquiera repare en aquellos jóvenes
con diferenciativos vientres pero la misma euforia en los ojos,
volteamos los talones súbitamente, no recuerdo si había
música de fondo jazz ese momento, y caminamos decididos
hacia uno de esos pasajes con humo alcantarillado que tanto
vemos en las películas. Chinatown, supusimos el espectador y yo,
que éramos la misma persona, solo que yo me dirigía como un autómata
al costado de las auroras boreales de Francovsky y el espectador/protagonista
nos seguía con cierto movimiento de perspectivas y levitaciones.
En fin, entonces comenzamos a subir esas negras escaleras alternativas
hasta llegar a un noveno piso caravista, forcejeamos la ventana,
entramos holgadamente como si fuera nuestro apartamento,
intercambiamos algunas frases románticas, nos sentamos en el sofá,
acariciamos al gato, recorriste con los dedos cada comisura mía,
me hiciste abrir los ojos -llegado este punto ya me había trasladado
al segundo piso otra vez- y dijiste que ya no querías morir.
Entonces yo sonreí, en los dos lugares al mismo tiempo.


domingo, 11 de agosto de 2013

Caer en cuenta

Hoy, aislado, con un muro de Berlín entre los incisivos, tocándome los centros abstractos frente a un retrato cualquiera, pintando de marrón los ojos verdes del bioma adónico, sentí repentinamente como si alguien estuviera tocando un timbre muy dentro de mi cabeza, entre su mecánica inexplicable, durante más de dos canciones -resistiré las onomatopeyas por hoy-, y después, supuse que a razón de cansancio, comenzara a enarbolar una suerte de golpeteos intermitentes, esta vez allí donde se une la oreja con el resto de la cabeza -me abstengo de sustantivar la locación por mi ignorancia a(na)tómica-, exactamente donde sueles echarme el humo de tus cigarrillos mientras supuras tequieros, como un tambor, como una jam session de extravagancias o un recital de ateneas; y empecé a inquietarme. Comenté todo, semidesnudo, con mi familia: mi madre me obligó a visitar a uno de esos edípicos psicólogos con quienes dibujas granjas y campos de fresas sin ácido, lo cual ayudó solo a mi rechazo hacia ellos; mi padre, tras muchos ceños fruncidos, dictaminó, y por un momento sus arrugas dibujaron la palabra HARTAZGO en la frente, que deje de ser tan «marica», que empiece a crecer un buen par de «huevos» y un concierto de palabras que ni Bukowsky usaría; mi hermana intentó comprender todo con una tierna mirada de valquiria, y, en el momento en que se disponía a abrazarme, recordé que soy hijo único, lo cual me puso muy triste e inarticulado. Después de llorar por un día entero, Dios sabrá por cuál de las dos razones, caí en cuenta de que aquel extraño sonidillo se había trasladado a mi rodilla y que curiosamente era mi cumpleaños. Diecisiete años y sigues con la misma mierda, dijo mi machérrimo padre, y mi hermana estaba ya bebiendo hidromiel en el Valhalla. 

Segundo piso

Nuestros besos sempervirentes intentando no partirse en dos
la inercia de los ovillos adormilados sobre el tejado
sobre la caoba establecida y atrapasueños
la prefrabricación surrealista que tácitamente
nos hemos prohibido e incinerado
because your love is so fine little pain
porque es peligroso tener tantos años por delante
y todo el mundo por recorrer
si hablamos oxidada e hispánicamente
desprendernos de la epidermia asesina
sobrevivir solo del olfato acéfalo
mirar a veces tu lengua arborizar mi labio superior
cosmopolismo en medio de los pulgares
dolor al contar las horas para que se detenga
el frufrú de mis manos con tu cintura
golpeteos asiduos en alguna parte de mi caja torácica
Nantes, Nantes.

Probables extrapolaciones

Las madrugadas solitarias y sin cabecera
mientras las masturbaciones cabalgan nuestros presentes,
anclan en nuestras orillas, desbaratan completamente
las concepciones y las flechas orientadas hacia Vag,
hacia donde solo se añade un sufijo,
es lo que no pienso decir, la semiurbanidad
en que he crecido, lo que no quiero decir
pero grito allí donde el sonido no se reproduce
para qué creé este loci, por qué la necesidad de la divina autoría,
para qué la gloria de las medallas plastificadas,
miniaturizaciones legales escritas con tinta barata,
es que los seudónimos son buenos a veces,
el anonimato es candado de reyes y libertad dialéctica,
pero el egocentrismo, el egocentrismo me relame las comisuras
y respira a mi lado, se apoya en aquel pequeño zurdo
con la barbilla rasurada, adolescente, en el sentido experimental
de los hiatos causantes del autotrisilabismo en mi nombre,
y yo se lo permito, se prende en fuego a mi lado
y yo le beso, le muerdo.

sábado, 10 de agosto de 2013

Wade in the water

Poca iluminación, luces clandestinas, poemas afilados, genial -pensó-. Ahora, jazz. Sus zapatillas llenas de lodo se movían con un ritmo refinado, como de hace cinco décadas, mientras ella daba vueltas como una fiera arcangélica, se fundía con los saxofones y pensaba en cómo se saldría de esta, pues había entrado, forcejeando la puerta, a su discoteca lésbica preferida, Audrey's Utopia. Se pasó los dedos por el cabello y escondió un mechón pardo tras sus pequeñas orejas; ya habría tiempo para las soluciones. Mientras tanto, Carpe Diem -suspiró. Sacó una caja de cigarrillos con sus manos de gacela y se puso a fumar dando vueltas. Así pasaron las horas hasta que, a las dos con treinta de la madrugada, se apagó repentinamente la música. 

-¡Ay!- gritó, con voz de jovencilla aristocrática. 
-Oh, Tea, eres una anacronía.- dijo un hombre, echando humo por la boca.
-Tom, casi haces que escupa el alma ¿Por qué cortaste tan cruelmente a Marlena Shaw? 
-Contigo solo bailo The Smiths, y lo sabes.-dijo, mientras se acercaba a ella y la tomaba de la cintura.

Tea subió la mano izquierda hacia su cuello, como si fuera a hacerse una cola, y comenzó a moverse con la mirada hundida en el suelo, al compás de la música. Se mordió los labios, arqueó una ceja, tocó sus pechos y se dejó llevar por la mano de Tom, quien repetía el estribillo como si se tratara de una severa logoclonia. Se apagaron las luces, se prendieron otras. 

martes, 6 de agosto de 2013

Mejor

Mejor nos soplamos 
un par de cigarrillos mentolados
y cantamos para todos los jesucristos
o nos caemos juntos 
y cuando estemos a punto de colisionar
dos centímetros antes del neblinoso peñasco
se detenga la escena
y follemos en la estridencia 
mientras seduces mis gerundios 
pequeño saltamontes

Combustiones

Y qué tal, qué tal
si le doy una bofetada a Pandora 
y sus caracolillos oscuros de 
bellas conchas titánides 
para liarnos un poco 
con la diversión de joder olímpicos,
irrefrenables lujuriosos, 
conocedores de las artes y la magia, 
del machismo y lo 
hostigante de las flores. 

domingo, 4 de agosto de 2013

Contigo

Contigo la internacionalidad
y el pandemonio patriárquico,
las reprimendas y los aviones
en la ionósfera, contigo hasta
el sol, hasta los anillos de cristal,
cabellos alborotados, contigo
quedarme dormido en algún
segundo frío piso y dejarnos ver
por los viandantes frustrados
y perdidos porque no hay escape,
contigo los silencios hechos de grito,
las palabras sucias y compuestas,
los adjetivos excomulgados, los
vocativos ateos, los sexos erigidos,
contigo el remedo multifuncional
saxofónico, todo, los libros usados
de Capote, poemas de Moro como
fondo de besos, recitales de a dos,
dos mil noventa y seis, little darling,
la sempiternidad contigo.

sábado, 3 de agosto de 2013

Sostenme

La escuálida anatomía del poema
vista por una prostituta que siempre quiso
ser ninfa y dríade, vista por un hombre obeso
que gustaba de polos negros y desnudez rubia,
la poca fuerza del puño artístico,
costra de talentos, la luna asesina
vista por una vida cataratosa que ostenta paisajes,
el poema cruel, la metanoia para otra tarde
en la que nadie se muera, en que tu abuelo
no intente escapar del hospital, en que no lo amarren,
en que el miedo no te golpee las paredes,
para otra tarde con menos volumen y ácido,
para otra tarde las mentiras y los diminutivos,
los nombres embrollados de flores sobre el agua
que soportan más de cuarenta kilos, y,
joder, nadie que conozco cierra los ojos
aún, y ahora, contradiciendo todo,
escribo con lápiz negro que no siempre
las primeras veces son buenas.

Derivación

La sicalipsis, la lanza del sexo esgrimida
contra la cordura y las buenas formas, siglo XIX,
mi madre me educó en un nido
y me alimentó boca a boca con sus prejuicios,
colibríes ensangrentadas,
nunca logré a entender las cruces,
son solo tes alargadas,
el catolicismo debería ser estudiado
por la psicopatología, un transtorno obsesivo
y ansias encriptadas de violación,
la sicalipsis, las flores adordando
el rostro escaneado de niñas degollada
bajo la mirada del Gran Halcón,
you shook me all night long,
sí se entienden las alegorías,
lo cual diagonalmente dudo,
estereofonia hippie y escudos policiales,
banderas en el pecho arrancadas sin deuda
ni culpa alguna, reemplazos apátridos
y un par de jovencillas inmortales menos,
lentes de sol en invierno, la sicalipsis,
pisadas repetidas, los faros sin luz,
terrorismo ochentero,
falta de memoria, pero no es razón
para odiar toda la gama del rojo,
la sicalipsis, deja de temblar,
todo esto es bueno,
enumera y fuma, cuenta,
uno, dos, tres, yo, ojos,
te labios los muerdo,
falsas cadenas alimenticias,
y así se van llenando,
mientras cambio cada soundtrack 
por un verso, bailando desesperación,
Ian Curtis, tu turno,
se llena todo, se llena,
se rebalsa,
¡y puf!
Como Oliveira, la muerte.

Y vivirnos allí

Es todo creciendo tan rápido que espanta
la velocidad en que sabes quién soy, 
dejaré de enumerar cosas de una sola puñalada,
tanta monotonía acaba por pudrirnos las alas, 
pero la noche, con el clima limeño, los puntillos verdes,
los bisílabos lacrimosos y preocupados,
saldremos de esta, todo pasa, dadaísmo y sol 
aunque no se vea ya por aquí, escritura automática, 
pensémonos Vallejo, sémonos Moro, fumemos,
fumemos, te sostengo, a ti y a todos los que lloran,
santos criales, los momentos en que te ruborizas 
y te niegas a hacer las cosas más olímpicas 
porque eso eres, un animalillo tímido, 
una camisa a cuadros mal planchada 
y yo desconfío de ti porque de tantas formas
no puedes ser tan cronopio, y pienso en quién serás,
cuando no me hablas, ¿poesía?, ¿notas?, ¿alteregos?
los féretros terminan por consumirse
después de tanta leña e injurias tricéfalas;
pero al final, al final, creo yo, bajo trompetas arcangélicas,
sumergiré los impíos cuestionamientos 
que atormentan hasta el borde de los aeroplanos
y te abrazaré tan fuerte que nos quedaremos sin huesos
y provocaremos diluvios, cataclismos nórdicos,
hasta fundirnos con el aire y cabalgar con valquirias. 

viernes, 2 de agosto de 2013

Cronopio malinterpretado

Últimamente, revisando los muros de Troya facebookeros de niñas esnobs seudointelectuales, me topé con la tergiversación hasta el límite antitético de una de la frases del maestro, infortunadamente manoseado por aquellos humanos, Julio Cortázar, la cual reza: «Me basta con mirarte para saber que contigo me voy a empapar el alma», e intentaba describir la sensación cansina que le producía cierta persona al protagonista del cuento. Ahora, aparentemente, es una de las más románticas frases que se le puede dedicar a una pareja sentimental. Cuidado con las contorsiones bajo tierra, cronopísimo.

Déjame que te reinvente

Hoy, proemio de agosto, a las cuatro con trece, vengo a decirte, papiro en mano, que contigo no hay metanoia ni sacramentos que valgan, no hay verbos suficientes con que pueda hacer malabares ni adjetivos que puedan mirarte directamente a los ojos, como desafiándote. No hay símiles con tu nombre. Y no quiero que los haya.