Y nos basta mirar a Charles Chaplin sin maquillaje
triste y sefaradí,
basta sabernos las manchas oxidadas
en su camisa y los restos de lágrimas en su saco
y la mirada tan divorciada y dispersa,
los ojos tan paralelos, la nariz con cicatrices
de probablemente muchas peleas,
basta mirarlo, como facetas,
como se toca a un rosa
cuando tiene espinas
y no está envuelta.
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