sábado, 20 de julio de 2013

Enumeración crónica

La noción de ser polvo ante las miradas viandantes
y tras los periódicos, la autoflagelación con los rechazos
de los amigos llenos de esta suerte de envidia infundamentada, 
de un par de palabras tajantes y aguillotinadas,
el suicidio sin remedio de los signos de exclamación, el descenso 
exasperante del significado de utopía, las ráfagas vintage 
y las púas plastificadas, corazones de polietileno con baja densidad, 
los vasos sucios que se quiebran solos, se quiebran, los catedráticos 
unánimes y aprofesionales, imbéciles al clavo y cubo, 
prefijos cuyo buen uso es irreconocible para mí, 
suburbios anhelados por escritores sangrientos y urbanita,
los besos en peligro, tu vientre como un charco de furia y desacomodo, 
los tirantes desfasados y atemporales que gustan de desorbitarse 
cuando mis manos, cuando mis manos intentan 
como aligatores memorizar tu cuerpo, aunque no lo permitas, 
aunque solo rías y me digas que todo esto está mal y yo te corrobore 
aunque fuertemente sospeche que está más que bien, que nada es malo, 
claro, si no hablamos católicamente, 
cigarros cuya última pitada es siempre catatónica, 
siempre caliente, atorada, horfenulios, 
Venus y Mercurio alineados con las pirámides de Giza, 
las caídas bonaerenses del atrapasueños, 
del antimemorismo, de las expectativas que tenía de todo esto, 
el remedio de tenderse en el pasto y obligarte aunque te mueras de ganas 
a que voltees sesenta grados y me mires y me impregnes,
con bufandas naranja y verde incluidas, 
e irnos al segundos piso, cargando la buhardillita 
y la ropa sucia por la espalda,
las guerras coronales, 
la misma canción, over and over again,
happie hippie birthsday,
con sibilante dentro,
¿está permitido desfogar al menos un poco de esta mierda 
y dejar en claro una estatua de mis dieciséis años?,
¿está permitido cometer faltas ortográficas contigo, 
decirte las palabras jitanjafóricas en que siempre pienso, 
soplar las velas tres meses antes, todos los días? 
La determinación difusa pero arraigada 
con lo que terminaremos siendo, quiero decírtelo
pero no sé si me aceptes, yo que tan menor de edad
y tú tan pequeño, yo que no leo un buen libro hace más de dos meses
y tú tan subido en un árbol,
no tengo hermanos y para lo único que sirven mis extremidades
es para pronunciar tu nombre,
y quiero una Olivetti. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario