Empiezo a hacer que se muevan una por una las
fotos que me hacen recordar tu magia filtrada y distópica, sitúo a Peter
Doherty como telón de la parsimonia de mi individualidad cibernética, prendo un
cigarrillo que no terminaste de fumar y que sobrevivió a mi infrahumana
distracción cuando decidí lavar mi morral sin quitarle ninguna de las reliquias
mundanas que coexisten con el mal olor y las huellas de nuestros zapatos, le
doy una pitada, lo presiono contra el cristal de mis antiguos lentes rotos, lo
guardo en el bolsillo derecho de mi jean parchado, me cierro la horrible casaca
que llevo puesta, extraño mis guantes, rompo por quinta vez el separador del
papa que tanto odio, volteo a ver mis libros nuevos, oh niño Demian, releo tus
estados perfectamente redundantes, miro el techo de este cuarto lleno de
estúpidas pinceladas aleatorias, siento una lágrima emerger, no comprendo por
qué, me pierdo en la inmensidad de las manchas en el vientre de mi furibunda
mascota, la dejo ir, me morderá, Monikoff se va a Chiclayo, caigo en cuenta de
que me desvié de tu mapa bidimensional, extraño tu parecer con un cervatillo
huraño, tu forma de jugar bajo la lluvia, tus pequeños e inconscientes
ronroneos al inicio de un beso, dejo atrás la silla giratoria, abro la puerta
con la llave rota, alzo mi capucha y me dispongo a visitar el faro, a ver si te
apareces por allí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario