Pirémonos, con cerillas rojas y madera
o tal vez con encendedores llenos de etiquetas
de dioses griegos, y aún nos falta Apolo.
Pirémonos, rodando por las fogatas
cubiertos de hojas secas y tres litros
de petróleo y otras volatilidades.
Pirémonos, acostumbrándome a no soltar
tu mano al frente de Diana y Claudia
que a la vez son Claudia y Diana
y así, en una vorágine sustancial.
Pirémonos, besándonos frente a todos,
disfrutando del idilio neroniano,
siendo medievales, invencibles,
saltamontes hecatómbicos.
Pirémonos, con todos los capítulos
y todos los poemas vespertinos
memorizados, con todas las vibrantes
felinas y bilabiales.
Pirémonos, desabotonando las camisas
a cuadros y las zapatillas mojadas y sucias
que quieren tocar tu vientre, que quieren.
Pirémonos, ronroneando, en medio de una
combustión espontánea pero premeditada
a la vez, pirémonos dentro de un plan oscuro,
de una bomba, de un pájaro, pirémonos
dentro, con las franelas pintadas de crayola.
No hay comentarios:
Publicar un comentario