Son los saxofones que provocan cálidos escalofríos en los trasatlánticos
los que me advierten, los que tallan con fuego en la nube, los que me
inscriben en sus clubes y no me preguntan si estoy de acuerdo
con el descontruccionismo y los géiseres de dos piernas
muy pequeñas y cabello muy delgado, los que me desean y sustraen
las pausas afiebradas o las náuseas en el vagoncillo, son los que me
susurran: "Diem Carpé, Aaron, con culebrillas estereofónicas".
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