Algún día todas las palabras que
hemos dicho volverán a nosotros como flashbacks, nos morderán como
sanguijuelas hambrientas, destrozarán nuestros egos multilustrales y el tiempo
en que nos hemos vuelto más viejos y tristes; algún día limpiaremos nuestra
espesa barba en escala de grises y pensaremos en cómo no nos comimos al mundo,
cómo seguimos las huellas, cómo nunca nos tocamos en Delfos ni en París, cómo
es que controlamos el hedonismo necesario a base de pastillas, utensilios de
plata, cuatro pisos y eternos amores heterosexuales. Algún día, mientras vemos
alguna película de acción norteamericana, mientras tomamos té y le gritamos a
la televisión contradictoria, algún día se nos vendrá la loca idea de follarnos
latinoamérica e ir, cojeando, hasta alguna distopía salvaje. Y entonces iremos, desprotricando contra el mundo.
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