domingo, 21 de julio de 2013

Alucinaciones de posterioridad

Yo que padezco de Síndrome de Stendhal cada vez que fijas y atornillas tu par de péndulos amarillos en mis crisantemos húmedos y ruborizados, afelpados y rojos de tanto destilar tequieros; yo que memorizo letras de canciones y extractos de poemas y muero de ganas de recitártelos anglosajonamente, pero; yo que gusto de ver tus piernillas apoyadas en esos árboles que tanto han presenciado, de olerte y cobijarte en lo más hondo de mi inframundo pleyádico, yo que he pasado los últimos dieciséis años y once meses (quiero llegar a los diecisiete, como Batania) buscando un ocupante para mi buhardillita unidireccionalmente compartible, un pequeño beatnik autodesconocido con cierta pretensión a las oblicuidades y las aceleraciones, un punto negro y esbozado con grafito en medio de perfectos círculos blanquirrojos y sonrientes, una cara tras todas las ediciones de Buensalvaje, un liliput de lo más escondido y alucinógeno. Indefinido y aburridamente palíndromo, yo que acostumbro dar tantos saltos inesperados y mezclar cosas de diferente casillero, yo que te mito y te aforo, yo que te cielo, como Frida, yo que te traduzco y te jitanjaforizo, quiero decirte que contigo la galaxia y afines, los ochos volteados, las noches sin giro, las cartas quemadas y llanamente todos los diptongos. 

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