Los titanes y sus espaldas arbóreas y cenizas,
sus pisadas y estelas kilimanjaras,
las furibundas manos con que cogen los eunucos
y los estrellan contra los cráneos aqueos o incas,
los suben a catapultas y los lanzan y los devoran
como afrenta, como el buffet sadomasoquista
que los dioses rosariamente disfrutan,
sus miembros de puños incompletos y derroídos
por los rezos de la plebe caníbal que grita en las
iglesias y suplica orgiásticamente
vino y pan, vino y pan y sexo, sodomía
sus brotes de plantas antedeluvianas y tóxicas
que arden y reverberan junto a las exhalaciones
del astro, del ser de seres,
del egocéntrico empedernido,
del burdo hiperbolismo humano.
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