sábado, 21 de septiembre de 2013

Para leer en la nuestra futura hondonada que ya entenderás

«y qué más puede haber 
que tú y yo».
Jorge Eduardo Eielson 

Francovsky, como el curioso punto blanco que se pintó en el borde derecho de los ojos de aquel angloparlante por elección hombre pequeño y desnudo que se erige supinamente sobre un papel ya arrugado por acción erosiva de los millones de pulgares transatlánticos a más no poder estáticos cuando (pre)sintieron que por vez primera en la historia de la raza que se hace llamar humana los pinceles lograron encerrar y no enjaular en un área de cuatro centímetros la desgarbada y famélica noción del universo entera y que emula el brillo de algo que me niego a creer que es el Sol porque imposible me resulta aceptar la simple y astrológica interpretación de estos hipotéticos y mierdocres críticos pseudointelectuales de las artes modernas que se revuelcan todas las mediasnoches en sus putiferias dobleprefijadas de saberle apenas el reflejo de un astro titileante en vez de compararle con la misma espina dorsal de los euróboros y anagramas más barrocos del mundo, como ese curiosísimo punto blanco, así te quiero, yo, Aaron, vinilo arruinado con crayones, escrito con todos los sufijos que tu mente a blanco y negro pueda permutar.

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