«y
qué más puede haber
que tú y yo».
Jorge
Eduardo Eielson
Francovsky,
como el curioso punto blanco que se pintó en el borde derecho de los ojos de
aquel angloparlante por elección hombre pequeño y desnudo que se erige
supinamente sobre un papel ya arrugado por acción erosiva de los millones de
pulgares transatlánticos a más no poder estáticos cuando (pre)sintieron que por
vez primera en la historia de la raza que se hace llamar humana los pinceles lograron
encerrar y no enjaular en un área de cuatro centímetros la desgarbada y
famélica noción del universo entera y que emula el brillo de algo que me niego
a creer que es el Sol porque imposible me resulta aceptar la simple y
astrológica interpretación de estos hipotéticos y mierdocres críticos
pseudointelectuales de las artes modernas que se revuelcan todas las
mediasnoches en sus putiferias dobleprefijadas de saberle apenas el reflejo de
un astro titileante en vez de compararle con la misma espina dorsal de los
euróboros y anagramas más barrocos del mundo, como ese curiosísimo punto
blanco, así te quiero, yo, Aaron, vinilo arruinado con crayones, escrito con
todos los sufijos que tu mente a blanco y negro pueda permutar.
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