Entonces voy delante de ti y nos quedamos callados en el silencio más cómodo que alguna vez ha existido. Por momentos volteo para asegurarme que tu rostro sigue allí como el norte de mi brújula o tan solo para memorizar todas tus pequeñas manchas, con las cuales tengo memoria fotográfica. Terminamos -no sé cómo ni en cuánto tiempo- en medio de una extraña facultad y un nuevo ecosistema no compatible con nuestro metabolismo acostumbrado a cigarrillos, verd(ad)es y sarcasmos.
-¿Ya llegamos?
-¿A dónde llegamos?
-A Nantes.
-Pronto, amor. Pronto.
En este punto ya dejan de importarme las multitudes y propongo mandar al carajo toda una bandada de índices, intelectuales y esnobs que se mofan de todo lo que no sea Apple, así que paro en seco. Te sorprendes. Te beso. Y nos imagino como en un cuadro de Van Gogh.
No hay comentarios:
Publicar un comentario