jueves, 7 de marzo de 2013

Tu máxime


Las mujeres como tú se extinguieron
porque Dios no soportaba que su propia creación
sea cien tildes más que Él 
y que luzca muchísimo más celestial e idolatrable, 
tan trébol azacán, tan piernas de ciervo distraído,
tan feliz gerundia con palabras que te enredan;
y pasan las lomas amarillas y los parques y los lustros y veranos
y no hay nadie más,
pero tú sigues tan alta en tu torre, tan atalaya heptacolor
que provocas los rayos inclinados, las sillas incineradas, 
la furia seca de Hera, la caída del sistema 
y la rendición de las demás diosas que cada cien años gritan
¡Milene, Milene!

Acabas de pronunciarme en la ventana
y has roto los vidrios, has calcinado los delirios;
acabas de poetizarme la caligrafía de zurdo sin eje
asomando tan tímida tus ojos pardos a quienes escribo
y que son batallas de grafito.
Soy yo, con los besos en los caninos y Gandhi exasperándose, 
tan participio egocéntrico cuando te me unes,
cuando me conviertes en tu decágono espacial 
y te ensañas con las realizaciones de los fardos con insomnio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario