así que digamos que eres la pangea celestial
que se resquebrajó por arte de besos y formó un par de soles,
pero uno solo lo podemos ver nosotros,
y el otro los mortales que no probaron tus almendras;
creó también mis versos amétricos y tus estados catatónicos,
tus finuras y mis dedicatorias de Bukowsky,
mis horizontes y las barreras trimestrales que me creas,
el sí y el no, el sino, el si no,
el porqué, el porque,
el te quiero, el yo ya no.
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