Pero es que me agradan tan poco con su cansina e idiótica amabilidad que fastidiaría hasta al inglés de la clase más alta; sus personalidades aplastadas, maleadas, llenas de bufandas y botas color marrón; las ganas esnob que tienen de parecerse siempre a las rubicundas habitantes de la pretenciosa universidad vecina. Me agradan tan poco, tan poco, e imaginar tan solo la idea de tener que estudiar junto a sus libros de autosuperación con páginas blancas, hace que quiera desistir de ir a la universidad.
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