Y que vivan, al fin y al cabo, los momentos muertos que paso contigo. Como hoy, que no hice más que retozar en el parque junto a ti luchando con la procrastinación y los mapas inútiles, o cuando cerraste los ojos mientras continuabas con la conversación pero yo sospechaba que querías pasar de largo con mi Lolita y mi soundtrack de Submarine. Que vivan, también, los besos largos y los frenéticos suspiros, si se le pueden llamar así al manifiesto de la esgrima de mi fuero. Y los momentos de abstracción, que ahora duran poco, por cierto.
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