jueves, 27 de junio de 2013

I

Aclarar que la Maga no era ignorante, era maga. 

II 

Dejé de escuchar la palabra "muerte" desde que empecé la universidad. Qué decepción al saber que no era por horizontalidad, sino por egolatría y ansias divinas.

III

Qué parsimonia destructiva y ansias de autocrítica me provoca estar atascado en medio de estos monstruos de metal y carne, sudando todos.

IV

Cuando muera, no pesaré treinta gramos menos.

V

Espero que todo esto no se pierda tan rápido, como esa hoja tan tardíamente juvenil de, se podría decir, culebrillas escurridizas y truenos en las venas.

VI

Podrías ser mi trabajo a tiempo completo, saltamontes.

VII

Que esto se convierta en una especie de simbiosis fumadora.

VIII

Ya estoy llegando a la estación y siento las orejas adormecidas y frías de tanto escuchar las canciones que me hacen recordarte: ya van siendo seis, y van cuesta arriba.

IX

No digo que la egolatría sea mala, pero de vez en cuando es bueno saber que los columpios son mejores cuando alguien está para darte impulso y apoyo si acaso te conviertes en un copo de nieve o una anacronía sin flechas.

X

La batería del celular no ha bajado desde que comencé a escribir. Supongo que andaba necesitada de tentativas cronopences y demás adjetivos inventados que le darían fuertes dolores de cabeza a cualquiera de mis profesores lingüistas.

XI

Ah, quiero caer. No tengo ganas de nada. A veces siento que no soy lo suficientemente importante o cronopio como para poner tus báculos en orden, como para sentirme rey siquiera un minuto de la alquimia de tus labios, del poliedro escondido entre tus cejas o de la pequeña simetría que existe entre tus piernillas de camaleón confundido. Y no espero más de ti, que quede claro.

XII

Qué rápido se me desprenden los fuegos artificiales de la lengua cuando siento que importo una golondrina muerta o una colilla de cigarro en medio de la acera a las doce en punto.

XIII

Tómese el punto anterior de manera optimista o pesimista; todo depende. Depende.

XIV

Esta chalina se ha vuelto una especie de dulce mascarilla: no me la quito de la barbilla desde que sus rododendros se entrecruzaron con mis piernas.

XV

Yo que me llamo Aaron,
y vosotros sois los misántropos.


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