miércoles, 12 de junio de 2013

Cómo odio los intelectuales, tan petróleos, tan soberbios y se podría decir que cabezones. Son extremadamente cabezones, en todos los sentidos. Cómo odio a los intelectuales, cómo los odio, cómo me repugnan sus hojas oscuras y su letra tan pulcra, cómo odio su aire al mediodía, son grabadoras baratas. Y cabezonas. Cómo los odio. Y yo tan pequeño hijo de chucho pequinés que no debería dignarme a tantos fonemas iracundos.

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