I
Un cigarrillo
después el sol
y las camisas remangadas
el atajo
la pequeña taberna del roce.
II
Levantamos restos
de nuestra existencia
con cada paso
que nos aleja más
de la estática cordura.
III
Nuestros pies
dibujaron líneas paralelas
y las hemos descontado
y nos hemos detenido
al ver, al vernos, averno.
IV
Divisamos la fortaleza más grande
y la hicimos nuestra
conjugando nuestras mañanas
solitarias por cierto
frente a la criptogamia.
V
Porque es en derredor
donde se sostienen las agujas
los alfileres
las lanzas espartanas
de la flora perdida.
VI
Y prometimos volver allí
y mirar cómo
se suicidaba la infancia
pendiendo del hilo más lúgubre
de las hachas.
VII
Pero no encontramos nada
salvo al amor cercenado
allí donde se pierden
las espinas
y los estuches.
VIII
Así que voy a encallar
en medio del desgaste
e intentaré abrazar
el fálico fruto
del árbol del camino.
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