algodones
extáticos
llenos de madres y padres
y tíos y abuelos
y colibrís, joder,
pensabas que Bataille
era un osillo de felpa
la niñez más sombrera y Varsovia
que alguien haya tenido
Dieciséis años de trafalgares
fueron rieles
y se reían las rieles
con corona de virrey aterrado
gemía mandamientos
no aprendías nada
si no se trataba de quemar Biblias
con el más delgado papel
que hacía recordar
a la trompeta
del juicio final
Fue allí cuando apareció Francovsky
y sus embolias fueron mi mate
sus sequías mis norias
sus talones mis fieltros
sus causas mis efectos
sus suicidios mis naceres
sus carreras mis morfeos
sus palabras
mi agonía.
Desde allí nada ha cambiado.
A menos que él lo diga.
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