domingo, 22 de diciembre de 2013

Íbol, o el principio de un cuento

«Soy ibol», me suele decir Piero con una sonrisa trivial cada vez que lo sorprendo en medio de sus perversiones, como cuando intenta taxidermizar aves rapaces en domingo por la mañana o morderle los picos a los patos de la abuela para que crezcan deformes. Íbol, eso era: Í-bol. Así se ha autoproclamado, muchacho villano sin culpas, concupiscente armónica inintencionada, íbol. Logoclónica palabra aquella, logoclónico portador. Suelo preguntarme cómo es que logra que me embelesen todas las palabras que salen de su sucia boca. «Soy íbol. ¿Por qué no te alejas de mí como los demás, Adbekunkus?»

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