En la acera
varios picos de aves
nos recuerdan
los sinsabores de la palabra
Tengo poemas de niños y mareas
giros y ojos y falange
ni por un solo momento
me imaginé doncellas diurnas
Tengo historias de perros y epidemia
cicatrices de guerra en los acordeones
en pos de nunca quedar solo
Tengo los solfeos más tristes
y los tiranizo
con un atuendo de cunas
Tengo camas de hospital
cruces pútridas
por la vaguedad
de nuestra hipocresía
Tengo finales, también,
y un puente que embriaga
de niñez y delirios
Así que compláceme,
tíldame la última estrofa
con la bella puñalada
del susurro
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