En una noche tibia
se nos acerca
un grupo extraño de trobadores
a las tres, a las cuatro, a las cinco de la mañana
y bailamos junto a aquellos artistas
inflados de corazones bohemios
vagando por la superficie
de un planeta con sepia atmósfera.
No prometen muchas cosas,
no tienen más que dar
solo notas musicales
con tranquilos y falsos folks
que salen de sus bocas desgastadas
por no callarse nada.
Ellos vienen, ellos van
regresan, y se pierden
a la luz del romance,
a caminar
donde nadie los mire respirar,
donde se pueden zafar
de las dulces tristezas
que con valses los atormentan.
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